Ana Luisa Jacinto (Guanajuato, México, 1995) escribe desde una reflexión que se imbrica con su propia vida y con las de otras. Su literatura parte de una tradición que apuesta por las estructuras fragmentarias, por las voces que conviven en una misma y la conforman. Con esas herramientas ha mirado a su mundo, al México de hoy y al de ayer, y ha escrito Yo ya estoy muerta, un libro fascinante en la forma y en el fondo.
Hablamos con Ana Luisa Jacinto sobre su primera novela, la construcción de sus personajes y el modo en el que afronta la publicación en España desde México.

-¿Cómo nace la historia que cuentas en Yo ya estoy muerta?
Nace a retazos, como piezas de un rompecabezas que, durante los últimos años, estuve juntando hasta que pude dar con la imagen completa. Yo ya estoy muerta no es una historia que me gustaría vivir, pero sí es una historia que he escuchado mucho a mi alrededor; la pérdida, el dolor, el luto, la violencia, la venganza, el poco interés a nivel estatal, los rumores, el silencio, la injusticia…
En parte, creo que la historia se sustenta sobre una pregunta que por años me he hecho: ¿hasta qué extremos puede llegar alguien por amor? Y desde allí, desde esa cuestión, los y las personajes de la novela se mueven entre distintos espacios.
-La construcción del personaje principal es muy compleja, ¿te ha supuesto un reto?
La idea de la novela estuvo rondando en mi cabeza por muchos años. Yo creo que eso me ayudó a dar claridad a la personalidad de la protagonista cuando por fin la escribí, pero es cierto que hubo momentos en los que me costó entender su devenir; desde el inicio, ella se muestra de una manera y poco a poco se va descubriendo quién es y qué quiere en realidad.
Hay un halo de misterio que, espero, se mantenga durante la lectura; si al principio cuesta comprender sus motivaciones, al final entiendes de dónde vienen sus decisiones.
-Lo mismo ocurre con la voz o voces narrativas y con la propia estructura del texto, ¿por qué esas elecciones tan arriesgadas?
Yo creo que desde el inicio de la novela estas voces se súper ponían; se dio de forma natural mientras la escribía. Soledad, la protagonista, se trazó desde la peculiaridad de algo que la sobrepasa y que, desde las voces narrativas, siempre la está persiguiendo. En este sentido, Soledad no es sólo Soledad, las distintas voces narrativas forman parte de su vida, su cuerpo, su historia, están encarnadas en ella. Me pregunto: ¿no somos todos un poco de las personas que nos amaron, de lo que nos dijeron y de los que también nos lastimaron?
-La novela aborda temáticas tan complejas como la maternidad no deseada o la imposibilidad de establecer lazos familiares sanos. ¿Esas son preocupaciones personales para ti?
Sí, definitivamente. Incluso son temas que he investigado desde la parte académica: el cuerpo, la violencia, lo femenino. Creo que la particularidad de la escritura de mujeres es que la mayoría se centran en lo Otro (lo otro como el adentro, el hogar, la imposibilidad de la maternidad, la desviación de la norma, lo marginal), y en este sentido creo que en mí también se encuentra la necesidad de narrar las vidas otras, las sujetas otras, que en muchas formas son también yo, o han sido yo, o fueron las mujeres de mi familia que no tuvieron la posibilidad de elegir sobre su cuerpo.
-Hablamos de un texto que da todo el protagonismo a la voz de la mujer: ¿eso es algo que como autora joven mexicana necesitabas poner sobre la mesa?
Sí, intenté en una primera versión de la novela narrar la historia desde el punto de vista de Ricardo, un personaje, pero me costaba avanzar y muchas veces sentí que algo faltaba, o que más bien la historia estaba incompleta. Luego, un día, meditándolo, me di cuenta de que la historia no podía ser narrada desde su visión, no sólo porque era menos consciente de todo lo que sucedía, sino también porque el suceso que inicia toda la historia no le afectaba directamente a él.
Me di cuenta entonces que la voz narrativa tenía que venir de quien sentía el dolor de la ausencia, las ganas de venganza, el odio y la desesperación y que, a través de todas esas emociones, se daba cuenta de otras cosas, y nombraba, sobre todo eso, la violencia a su alrededor, y esa era la de Soledad.

-¿Cuáles son las literaturas de las que bebes, que te sirven como base e inspiración?
Uff, hay tantas que ni siquiera sabría por dónde empezar. Yo creo que, por un lado, puedo mencionar la escritura fragmentaria como un eje central y como una obsesión personal; la posibilidad de crear historias a retazos, que contengan universos conectados, me gusta mucho. Así, debo mencionar a Eduardo Galeano, Juan Rulfo, Nellie Campobello y Clarice Lispector, que lo han hecho de maravilla y que además, desde allí, han sabido narrar la vida desde diferentes aristas.
Por otro lado, también creo que Virginia Woolf y Rosario Castellanos son base en mi escritura, porque ellas hicieron de su propia escritura un oficio vital que marca cada parte de su vida y que, en muchas maneras, habla a aquellas mujeres que, desde distintos espacios, desearon la posibilidad creadora.
-Tu primer libro se publica en España. ¿Cómo convives con esa situación?
Me emociona por muchos motivos; creo en que las cosas suceden en el momento indicado y el libro llegará a las manos de los y las lectoras adecuados sin importar el lugar donde estén. Por otro lado, estoy muy agradecida por la oportunidad de poder publicar el libro en Adel Editiores, porque la novela se ajusta muy bien al tipo de historias que quieren presentar los editores. En este sentido, no creo que la novela haya podido encontrar mejor casa que la que tiene.
Todo ha sido un ejercicio muy interesante, mientras se corregía y editaba el libro descubrir los matices del español de México y España y, desde allí, las diferencias y similitudes, me hizo darme cuenta de que, después de todo, la comunidad que se forma alrededor de los libros sobrepasa fronteras y culturas.
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